El pitido sonoro y intermitente que emitían día tras día a la misma hora hace que abra los ojos. Seguramente, de haber podido sentir habría odiado aquel sonido con toda su alma desde el primer día que sonó. Los despertadores creo que eran algo infernal para aquellos "de fuera", para ella solo era rutina, el inicio y el final cuando sonaba el toque de queda.

Apartó la sabana como un robot y se levantó. Se mantuvo con los codos apoyados en las rodillas y las manos en el mentón durante unos minutos antes de incorporarse.

Vestía una camiseta larga y la ropa interior, lisa y simple que le habían dado desde siempre ahí. Abrió la puerta para salir y se encontró con el reguero de compañeros que se movían al unisono hacia el mismo punto. "El ritual" lo llamaban algunos, y se referían a el con ese nombre porque era los puntos concretos en el día que todos los dominé, sin exceptuar ninguno hacían las mismas cosas.

Entró en el habitáculo de la ducha y se quitó las prendas que la tapaban, depositándolas en una cesta común que luego sería llevada a lavar para estar disponible en las habitaciones en los próximos días. Caminó desnuda hasta las duchas y se introdujo debajo del chorro ligeramente frío sintiendo como los músculos poco a poco se le iban despertando. En aquel lugar no había sexo, los hombres y las mujeres se bañaban al unisono y nunca pasaba nada, nadie hablaba con otro ni tan siquiera una mirada perdida a aquello que no se posee, solo por curiosidad. Eran la sociedad perfecta, aunque invisible.

Terminó su tiempo de ducha y al salir, buscó entre la hilera de taquillas la suya, al abrirla estaba un uniforme de una pieza, blanco como la cal que no tardó en enfundarse, abrochándolo por delante. Se les pegaba a la piel mojada y le producía una sensación extraña, como si no pudiera moverse. Una rigidez que se pasaba en poco tiempo.

Salió de las duchas y se encaminó al comedor. Tomó la bandeja y fue pasando zona por zona esperando que le fueran llenando la bandeja con lo correspondiente. Allí solo se servía las energías necesarias, carentes de grasa y alto contenido en proteínas y hidratos que quemarían más tarde en las sesiones de entrenamiento.

Se sentó en una mesa, alejada un poco de grupos más formalizados. No le gustaba socializar además no podían hacerlo cuando querían, solo cuando les dejaban.

Comenzó a comer tranquilamente.

Observa una habitación de hotel, de esas que los huéspedes han dejado atrás, límpia y observa. ¿Qué falta? Le falta vitalidad, esa vitalidad y alegría que le ofrecen los propios huéspedes a las habitaciones. No les ves pero... lo intuyes por su ropa, por como dejan las cosas, las almohadas, los edredones. Gente tranquila o fogosa, solo o en compañía de amigos o familia. Una noche o varias... Ahora piensa en la habitación ocupada como si fuera la vida; es tu vida, puedes sentirla, emocionarte, llorar; querer, amar... ¿Qué es una habitación vacía después de limpiarla? Nada, la vacuidad. El vacío más absoluto, la frialdad más congelante. Y así es Vika. Un ser humano carente de sentimientos, emociones... una habitación vacía, olvidada en una planta cualquiera de un hotel perdido en alguna populosa ciudad anónima. Los creadores de ella dirán que es perfecta pero, ¿realmente es feliz?

Observó su reloj en su antebrazo nada más abrir los ojos a ese nuevo día y lentamente se puso en pie. Su vida como Magister no estaba tan programada como la de los Dómines pero aún así sabía que la rutina era la rutina y que, por más que quisiera, no podría cambiarla. Al salir se encontró con su magister y supo a qué atenderse así que le siguió hasta esa sala vistiendo solo su ropa andrógina de dormir. Se desnudó antes de cruzar las puertas y, una vez dentro, se acercó a la camilla a la que se tumbó. Todo mecanizado, todo perféctamente engrasado pues, nada más su peso se recostó en ella, fue atada a la misma y las agujas se acercaron para pincharle su dosis de Nihil. Sus ojos se volvieron azules al final del proceso y fue liberada para que pudiera seguir su rutina diária. De ahí pasó a otro lugar donde tomó una ducha rápida junto a varios más que acababan de tomar el Nihil en ese momento y se secó frente a su taquilla encontrando en ella la ropa que les daban a todos.

Tras eso siguió andando hasta la cantina donde pasó la bandeja aguardando a que le pusieran su ración de alimento para ese día. Alimento que debía alimentar sus neuronas en un nuevo día de extenuante investigación, calculos y nuevos planteamientos. Una vez la tuvo llena de todo eso fue a buscar sitio ocupando el asiento de enfrente de una joven a quien no tenía vista por lo que dedujo que sería una Dómine. Allí nadie trataba con nadie por lo de no tener sentimientos ni poder sentir cercanía hacía nadie a su alrededor pero aún así de reconocer, reconocía rostros fugaces en su día a día más que nada, Magisters. Así que sería un buen cambio. Empezó a comer sin saber -o pensar- que debía iniciar una conversación cordial con quien tenía enfrente. Un intercambio de "hola" y "¿qué tal estás?" Al no ser empática eso no estaba en su interior aunque sabía -y tenía la certeza- que a los humanos esas conversaciones se les daban genial.

Estaba completamente perdida en sus pensamientos y en el movimiento automático de comer que solo salió del ensimismamiento cuando la otra chica se sentó delante de ella.

Levantó la mirada y no devolvió el gesto, no esperaba sentirse "invadida" de ese modo. Normalmente se sentaba sola con la intención de no compartir con nadie su espacio.

Mientras seguía comiendo, la miraba curiosamente sin saber si la había visto antes. Había tanta gente en aquellos lugares que ni tan siquiera conocía a los que pertenecían al módulo de al lado y más si no compartían sesiones de entrenamiento. De este modo llegó a la conclusión de que sería un magister como su creador, una moldeadora de dominés como ella.

¿Tendría sus propios hijos? No, era imposible, dada su juventud. Si los hubiera creado estarían en un estado demasiado pequeño para que los conociera y más aún para salir del laboratorio. ¿Sentirían o estarían libres de Nihil? Buscó con ahínco y tesón las punzadas, le pareció ver los puntos donde las agujas se habían clavado, unido a el gesto de presentación le hizo llegar a la conclusión de que efectivamente sus sentimientos estaban anulados.

Siguió comiendo con la mirada perdida y los oídos un poco en sus cosas, entre sus pensamientos. Estaba turbia, ella no había recibido su dosis aún, solía hacerlo después de desayunar y parecía que el líquido suministrado hacía que todo se viera de un modo más claro, más fácil de digerir. Y sobre todo, gracias a el podía estar más concentrada en sus labores.

Escuchó una voz de alguien que se acercaba por detrás de la joven sentada enfrente de ella, un ruido y un tropezón. No hubo gesto rápido, ni reflejos felinos, el desayuno del joven cayó por encima de la ropa de la joven y el chico rodó unos metros por el suelo presa de la inercia de la caída.

¿Qué es esto que siento? Se preguntó, pues desde su estomago había subido una sensación extraña, fruto de la abstinencia de Nihil y en sus labios se produjo un leve movimiento, muy lejano de parecer una sonrisa.

Sin la luz solar las estrellas no dejan de ser simples motas en el frío universo, simples presencias extrañas orbitando alrededor de otros cuerpos celestes mucho mayores que ellas. Como esas estrellas sin luz, sin vida, frías y solitarias estaba Vika mientras desayunaba hasta aque aquello cayó sobre ella. No hubo silencio sepulcral en el comedor, ni explosiones de carcajadas, ni burlas por quien había tropezado, sino... silencio, indiferencia, ningún mínimo y escueto atisbo de empatía preguntando "¿cómo estás?" a ambas partes. Nadie se movió de su sitio, todo el mundo siguió con su rutina marcada y preestablecida... Menos Vika.

Le daba vueltas a la cabeza sin parar, buscando la lógica a una acción que debía ser empática. Aquello se salía de lo preestablecido así que era una buena ocasión para estudiarlo. Lentamente echó su silla hacía atrás y se levantó sin mirar a nadie. Vació la bandeja y los restos de comida que habían sobre ella para luego volver a sentarse en su silla. No miró a quien tenía enfrente pero, tras un rato sin inmutarse, levantó el rostro y la miró. Había algo diferente en ella, no muy accentuado pero sí diferente.

¿Qué podría ser lo diferente? ¿La mirada? Su azulona mirada se fijó en la apagada de la Dómine y asintió para sí. Sí, eso era lo diferente. Que todavía no había hecho su toma y por ello estaba rara, eso debía ser. Corroborado eso se fijó en el chico que se sentaba solo con una nueva bandeja de desayuno que ya estaba comiendo como todos los demás hacían. Luego de salir de ahí iría de nuevo a las duchas pero todavía no. Se volvió a levantar y reclamó en silencio la parte que había desechado y volvió a sentarse para seguir comiendo. ¿Nerviosa?

Todo permaneció en silencio, el silencio que siempre recorre las paredes de aquella fortaleza de Libra, la ausencia de sentimiento y de vida. Careciendo de sentimientos las cosas pasaban, simplemente. Eran hechos aleatorios que llegaban, se ejecutaban y se valuaban. Si no era relevante se continuaba en el camino esperando a que el siguiente sucediera y poder volverlo a estudiar. Era el día a día nuestro, para eso habíamos sido entrenados, para descubrir si algo era amenazante o no, para saber enfrentarnos a los peligros de ahí fuera.

Se levantó y hizo lo pertinente por dejar las cosas lo más limpias posibles, buena conducta por su parte. Después se volvió a sentar delante de ella. Mientras seguía desayunando se percató de la mirada de la chica observándola, estudiándola. No le gustaba que la miraran fijamente, que siguieran el contorno de sus rasgos, que pudieran llegar a reconocerla fuera de allí. Le gustaba el anonimato, saber que era solo un número y que lo único que había llegado a conocerle era aquellos que habían compartido su día a día desde que vio por primera vez la luz del laboratorio de su Magister.

Levantó la mirada y enfrentó sus ojos a los de la joven, aunque los de su acompañante estaban rebosantes de Nihil y los suyos carecieran de el, aunque la ausencia de este hiciera que sintiera algo en la lejanía no era lo suficientemente fuerte como para lograr amedrentarla.

- ¿Ocurre algo? - Dijo en tono neutro a la vez que veía como la chica de enfrente comenzaba de nuevo a comer y ella apartaba el plato que ya había terminado.

Los entrenamientos no tardarían demasiado en empezar y tenía que pasar antes por la zona de Nihil. Pero había algo que picaba su curiosidad en aquella mujer, algo más allá de lo que se veía a simple vista, aunque no alcanzaba a saber que.

¿Iría ella también a los entrenamientos a continuación? Pensó a la vez que hacía memoria y no la recordaba en los mismos en anteriores ocasiones Quizás sea un modo de aliviar la tensión que no sentimos ahora mismo pero que seguro que está ahí.

Estadísticamente, ¿qué podía significar el "ocurre algo" para alguien como Vika? La respuesta tenía que ver proporcionalmente a la cantidad de Nihil en sangre en esos momentos por lo que la mente analítica de la libra se puso a trabajar fébrilmente para dar una respuesta objetiva embotado como estaba su raciocínio de ese efluvio que envenenaba los sentidos y esa capacidad humana de empatía. Lentamente empezó a abrir sus labios para que de ellos escapara esa voz neutra, serena y calmada, relajada, pero sin emoción alguna en ella.-Si analizamos la situación realmente ahora -puntualizó- solo ocurre el intercambio de ideas y pensamientos entre dos personas de igual condición.-Calló y posó suavemente sus cubiertos sobre el plato.-Ahora bien -siguió discerniendo- si te refieres a lo acontecido hace 16 minutos atrás -observó la hora con exactitud- solo fue un tropiezo de un igual con mi silla, lo que le impulsó a perder el equilibrio y a derramar su comida sobre mi cuerpo.-Finalizó.

En ningún momento su voz varío de tonalidad, ni se inmutó en mostrar molestia, rencor o tan siquiera la mínima chispa de sentimiento que pudiera hacerle entender que esa no era la información que su compañera de enfrente estaba pidiéndole. Vika estaba acostumbrada a lidiar con datos y más datos en su día a día, con pruebas, hipótesis y más resoluciones; estaba acostumbrada a rechazar hipótesis para replantear nuevas desde un punto extraño e inconexo del planteamiento anterior. Siempre sus palabras eran exactas, medidas, comedidas si se quiere. Y ya no preguntaría nada más, simplemente dirigió su mirada al reloj pensando rápidamente en todo lo que tenía esparcido metódicamente por su despacho. Tubos de ensayo, documentos, el ordenador, el ordenador de las máquinas que usaba para sus pruebas a las células madre. La nevera criogenizada donde las guardaba, su silla. El colgador con su bata esperándola. Su mesa con el lápicero lleno de bolígrafos por estrenar, la lámpara y, al lado, el archivadero de todas las pruebas que había hecho durante toda su vida. Incluso archivaba los fracasos en el cajón de más abajo, para recordarlos.

Tras que unos cuantos libra se movieran y salieran ella miró a quien tenía enfrente y algo chizo "click" en su mente. -Eres una dómine, ¿cierto? -cuestionó, aunque estaba segura que esa senténcia sería veraz. No la recordaba de ningún despacho de los que estaba acostumbrada a visitar. Aunque no solía hacerlo a veces sí que irrumpia en los despachos ajenos para peguntar alguna cosa referencia a las células, el ADN y la modificación genética sobretodo a aquellos Magisters que estaban creando una oleada de nuevos libras como hijos propios. Y esa era la única interacción que a ella le interesaba, ninguna más, para ser más exactos. Normalmente se enfrascaba en su despacho en la tarea de seguir sus investigaciones pero, cuando sentía que sus pensamientos la agobiaban se ponía a escribir en su diario personal todo aquello que nadie jamás, deabería de saber sobre ella.