La ciudad de Las Vegas y la mitología sobre Ángeles y Demonios no pertenecen de ningún modo al Staff de 7 Pecados únicamente.
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Puede que no te fijaras en mí. No desde el principio. Soy ese hombre delgado que cobra vida sólo bajo los focos de una discoteca. Un anónimo de ojos demasiado verdes para ser parte de la mayoría. Y aún así, tengo "algo". La inocencia torcida de los mártires que saben sonreír. La mala suerte. La sangre, caliente, en este cuerpo frío.
Cabello oscuro, liso. Barba que juega a ser rebelde y aún tiene tacto suave. Juventud aparente que esconde las derrotas y el poso amargo con el que firma el tiempo.
Mirada herida y hierba, que puede ser pisada y sobrevive. Profunda, fingiendo ser cristal y siendo humo, velada y llena de secretos como todos los ojos de iris claros.
Labios carnosos y rosáceos, que dicen a menudo y ya no besan. Mueca torcida que esbozo cuando río, enmascara el cinismo y viste de serena confianza toda la incertidumbre. Preguntas, hechas boca, intensas y sangrientas. Desesperadas.
Mandíbula apretada, rencor en bruto entre los dientes. Verdades que mastico y que digiero. Mordiscos aún pendientes. Hambre diaria.
Frente despejada, mente turbia. Palidez en la piel y oscuridad por dentro. Contraluz de dilemas y deseos, cuerpo níveo perlado por vello azabache. Figura esbelta de músculos labrados, forjados frustración a frustración, cincelados en sexo y en gimnasio.
Muñecas y clavículas marcadas como un mapa de huesos y de fuerza, venas palpables y azuladas, tensión que se ilumina como un mapa mostrando mis pasiones sin tapujos.
Altura suficiente para mirar a cualquier hombre a sus pupilas. Torso y cintura estrecha, para poder hundirme en su regazo. Manos grandes, desnudas, que dicen lo que siento. Uñas pintadas o mordidas, nudillos gruesos y cerrados en puño cuando duermo.
Voz rasgada, hecha de aire y promesas quebradas. Rota, masculina. Ropajes negros, luto poético para mi relación fallida. Elegante, directo, en mi lenguaje corporal y en mis palabras.
Confianza y apatía, mezcladas al unísono. La "insoportable levedad del ser" mucho más llevadera.
Descripción Psicológica
Entender qué hay por dentro se complica. No basta con buscarse en el espejo. Hay que mirar en el pasado, en el presente. Hacerse esas preguntas adecuadas.
¿Quién soy? ¿Quién fui? ¿Quién quiero ser? Ahora, soy libre y estoy obsesionado. La traición en mi pecho duele menos si malgasto las horas manchándome las manos con la tinta, adivinando, haciendo conjeturas. Hay algo más, lo sé, mi instinto me lo dice. Una conjura, un asesino, una conspiración...
¿Qué soy ahora? Un paranoico, un insolente y un realista. Un periodista que no sabe parar. Un escritor que sabe ver misterio en nuestra actualidad. Un Lovecraft, un tullido, un asocial vencido que quiere ver masones. Un homosexual que no teme decirlo. Que aún lanza sus miradas, que acepta sus deseos. Un resentido. Un poeta atormentado. Un drama, un inconcluso.
¿Quién fui? Un hombre enamorado. Un soñador, comprometido. Un iluso, un ingenuo. El hombre que no quiere ver señales. El que cierra los ojos y se engaña a sí mismo. El que no quiere comprender que su lecho ha sido mancillado. Que el perfume en su cama huele a otro.
¿Quien quiero ser? Quiero ser libre. Vagar en las palabras. No creer en nada, no necesitar creer. Quiero verdades, crueles y dolorosas. Verdades que cercenan, purifican. El humo que se anide en mis entrañas, turbio y oscuro, cierto. Quiero fumar y consumirme, verme reflejado en una copa, asomarme a unos ojos sin mentiras, sin máscaras, porque no habrá "un mañana". Dejar el humanismo y las ideas románticas, sin convertirme en Nietzsche.
¿Qué queda? ¿Qué se ha ido? Queda lo práctico, el veneno. El instinto, creativo y aguzado, con el que ahora me enfrento a las mañanas. Queda la brillantez, queda la lírica, pero he olvidado la esperanza. La confianza cosida ya no confía lo mismo, el amor propio que te roban no sabe regresar, el amor deshonrado ya no se puede dar.
Quedan colillas, agotadas, en un cenicero grisáceo y polvoriento. Noches en vela, bohemia nociva y notas en Tahoma que aún no suponen nada. Quedan sospechas y teorías, planes maestros, antagonistas poderosos.
¿Y qué ha cambiado? La energía del café por las anfetaminas. El sueño placentero por las sábanas húmedas. Mi trabajo, mis sueños, mi casa, mi ciudad... Y ahora, ese lienzo de espejismos con perfiles difusos y cubistas, que dice que soy yo, sólo prosigue. Continúa. Y cada amanecer parece una victoria cuando dormir parece un buen final.
Historia
Hablar de mi pasado parece irrelevante. Pero entiendo el concepto, lo trabajo a menudo. Buscar en el origen causas, razones, retazos de color que completen la historia.
Nueva York fue mi cuna y mi morada hasta hace poco, cuando sentí que cada esquina era una jaula y un recuerdo. Hijo menor de una familia humilde que amaba las palabras, crecí entre libros, negocio familiar. No tenía 12 años cuando supe que no quería venderlos... quería escribirlos. Escribir, sobre todo, todo el rato. El problema siempre fue la constancia. Ironías de la vida.
Fui un alumno modelo, en casi todo... Siempre he sido indulgente. Las cosas que me aburren sufren las consecuencias. La escuela me fue bien, hasta la adolescencia.
Después, hormonas, miradas indiscretas y problemas sociales. Ser gay adolescente nunca ha sido sencillo. Ni antes, ni ahora. Probablemente tampoco en el futuro.
Aún así nunca quise ocultar mis preferencias. Nunca he sentido que debiera. Soy lo que soy. Sin más. Y sé lo que me gusta. Vivir en el armario es dejar de vivir.
Por eso discutíamos. Mucho. Vincent no había salido. No oficialmente. Odio esconderme, quedar a dos manzanas de su casa, no quedarme a dormir, no llamarle al trabajo, usar el otro número de móvil.
Pensé que eran "mentiras necesarias". Parte de su fachada. Parece que a mí también se me da bien mentir... sobre todo a mí mismo. Logramos vivir juntos. Creí ser feliz. Dos años, por completo.
Me llevó meses descubrir que yo era "el otro". Escribir sobre el mundo y las traiciones no te prepara para éso... Descubrir que ese "él" es un gobernador republicano casado y con dos hijos, te hace estallar por dentro. Que tu pareja le prefiera, que le ame, que te use... te convierte en alguien como yo.
Ya habíamos roto cuando "él", joven promesa americana, salvación económica y "padre de familia" decidió suicidarse sin testigos. Tan creíble y coherente como mi amor correspondido.
Decidí investigar. Como esas decisiones que decide tu estómago, pasión en las entrañas, furia, rencor, celos irracionales. Y aunque le odiaba, con todo lo que he sido y ya no soy, no pude ver su inútil muerte y aceptarla. Las piezas no encajaban. Nada tenía sentido. No.
Era un montaje.
La pistola en la sien. El piso, inmaculado... sin huellas, sin testigos, sin preguntas. Con la corbata de Vincent en la cama. ¿Acaso no lo vieron? Había estado con él. Habían estado juntos, esa noche. O tal vez... eso fuera. Lo vieron. Lo sabían.
Y no pensaban permitirlo.
Era un montaje.
Vincent confirmó mis sospechas con el dolor que no sufrió al ver mis maletas. Investigué, investigué, investigué. Recorrí la ciudad y quemé mi teléfono móvil a base de llamadas y llamadas. Registros de teléfono, reuniones, líderes del partido y campañas de prensa. Revisé cada hora de esa vida acabada que había acabado con la mía. Y algo, bajo las fechas y las horas, bajo los nombres, comenzó a cobrar forma.
No había sido un suicidio. Era un asesinato.
Dejé de dormir, de comer, de soñar y de sentirme solo. No recordaba a Vincent, centrándome en su amante muerto. No recordaba nada, sólo la ira y el odio, míos, también en los conservadores.
Até los cabos uno a uno, me volví loco, hablé con todo el mundo, pedí mil exclusivas, pagué una hora en la radio, mandé cien mil emails, mil expedientes... y las amenazas llegaron. Confirmándolo.
Por éso estoy aquí, en Las Vegas. Porque mis fuentes y mi instinto me han traído. Porque el encapuchado que persigo, sicario de ese odio, ha venido a esta ciudad sin ley a perpetuar la muerte.
Y quiero saber cada quién, cada cómo, cada cuándo y cada dónde. Porque sé los porqué. Están entre nosotros, en las altas esferas, ya mataron a Kennedy... y siguén dominándonos. Cerrando nuestros ojos. Dibujando el futuro que prefieren.
Extras
No voy a hablarte de mis sabores preferidos. Por ahora, basta con que me invites a una copa. Cualquier alcohol me vale, pero prefiero los que queman. Prefiero sentir algo, lo que sea.
Si ésto fuera una cita no hablaríamos. Ni signos ni colores favoritos. Ni estudias ni trabajas. Ni siquiera tu nombre. Me basta una mirada. No necesito más. No puedo soportarlo.
Yo vestiría de negro, como siempre. Llevaría bien atados los zapatos. Puede que americana, tal vez cuero. Gomina si me gustas suficiente. Cambio de 20 dólares, porque volveré en taxi.
Si fueras ese "otro"... el que busco, al que sigo, habría tantas preguntas... Habría plumas y moleskines, una grabadora de datos, la tarjeta de mi habitación de hotel, "secreto de sumario", "inmunidad". Porque no quiero su cabeza. Quiero el látigo. Saber quién da las órdenes. Las mentes siempre aterran mucho más que las manos. Las mentes siempre excitan más que los cuerpos.
Es la idea, el pensamiento, el morbo subterráneo.
Si quieres mi atención, sé claro. Si quieres mi respeto, respétate a ti mismo. Si buscas una fiesta, tal vez risas, no soy tu hombre. Si te gusta el misterio, no te sorprendas por la falta de datos.
Odio la falsedad, el lujo y el exceso y aunque la intriga me despeja suelo centrarme en mí, en lo que necesito, en lo que quiero conseguir. El tiempo de altruismo se ha acabado.
Me gusta el jazz, el pop inglés, las buenas letras. Leer, sudar, correr. Lo que no necesita explicación. Que nunca me las pidan, que nunca necesiten ofrecérmelas.
No puedo levantarme sin al menos dos tazas de café. Apenas duermo. Como muy poco. Bebo en exceso. Enjuago el bourbon con las anfetaminas, y no necesito un nuevo padre. Sé lo que hago. Lo que me hago. No es tu problema.