La limusina aparcó frente a la imponente pirámide y el chofer se bajó para abrirle la puerta a su señor. El primero en salir fue el guardaespaldas, luego él y finalmente el segundo guardaespaldas. Empezó a andar hacía el interior mientras el sol de la tarde caía segundo a segundo, opacando al fin el calor asfixiante del desierto. Pasó por el lado de la inmensa esfinge con el rostro en alto, orgulloso y altivo mientras tras él sentía los pasos acompasados y tranquilos de sus dos hombres de máxima confianza.

En un momento dado se detuvo y observó la enorme construcción a la que iba a acceder para luego negar con la cabeza. Se volteó y miró a los dos hombres que llevaban traje negro y oscuras gafas de sol, sabía que iban fuertemente armados. -Ahora luego quiero que un equipo de seguridad inspeccione el perímetro del hotel -empezó, hablando en un perfecto árabe- se me ha notificado que hay gente pidiendo a los clientes y eso molesta.-Sin más, se volvió a dar vuelta y siguió andando hacía el interior. El aire acondicionado le golpeó y él cerró momentáneamente los ojos agradeciéndolo totalmente.

De la entrada a los ascensores y del ascensor a su suitte a la que entró con su llave para luego mirar a los guardaespaldas.-Os quiero de vuelta aquí.-Fue lo único que dijo antes de cerrar la puerta. Una vez en el interior se aflojó el nudo de la corbata y dejó la chaqueta del traje sobre un butacón, agobiado por el calor. Se desabrochó los primeros botones de la camisa y luego, mientras deambulaba al reproductor de música y se ponía una de sus obras de música clásica preferidas, se desabrochaba los botones de la camisa y se doblaba las mangas para subirlas. Luego fue al mueble bar y se preparó un bourbon deseando que fuera su amigo quien lo hiciera.

Se sentó en un butacón a observar el atardecer con su bourbon y a escuchar la música cuando recordó algo. Sacó el movil y marcó mientras se levantaba tras dejar la copa sobre la mesita ratonera; para luego acercarse a la ventana y suspirar. "¿Por qué estás tan lejos, Abbas?" Al final había desechado la idea de llamar a ese joven con quien había tenido varios encuentros. ¿Podría volver a quedar con él? Miró el sol poniente y luego el movil, pensativo cuando finalmente se decidió a ello y marcó, aguardando a ser contestada la llamada. Insistiría tres veces más en caso que la primera no fuera contestada pero esperaba que sí.

La voz italiana le dejó un tanto desconcertado pensando que se había equivocado al marcar el número pero enseguida el inglés fluido le sacó de su desconcierto. Durante algunos segundos meditó qué iba a decir pero enseguida la sonrisa asomó en sus pupilas apartadas del enorme ventanal de la suite. -Soy Hisham Manzur y no espero que me recuerde -señaló y puntualizó- solo le llamaba porque necesitaba algo de compañía y pensé que podría brindármela, eso es todo. Solo algo de compañía, nada más.- ¿Habría sido claro? Eso esperaba. -Aunque...-ahí cayó en la cuenta- ¿está ocupado o tiene otros planes? -era consciente de qué llamaba de improviso y posiblemente él estuviera ocupado con alguna cita ya pactada de ante mano.

Había empezado a andar por la habitación hasta el reproductor de música al que le bajó la voz del reproductor de música para así poder escuchar atentamente las indicaciones que Rico quisiera enunciarle. Mientras le escuchaba hablar fue a abrir la puerta a los dos guardaespaldas quienes le iban a informar pero él levantó la mano, pidiéndo que no le interrumpieran para luego volver a acceder a la habitación y regresar su vista al ventanal, viendo como cada vez el sol estaba un poco más abajo del horizonte. Sentía en su interior la excitación del placer imaginado, de las sábanas revueltas, de los besos húmedos de dos cuerpos jugando a ser uno. Recordaba a la perfección el primer encuentro y se había quedado con ganas de más. Esa droga que te prometes nunca volver a probar cuando es la tercera vez que la buscas; ese preludio que se te antoja interminable cuando te la preparas... y también sintió la soledad de la fría cama cuando Moretti se marchó.