Los Ángeles no distan mucho de la folclórica popular. Fueron personas, ciudadanos, "tocados" por el todopoderoso para enseñar a los mortales el sendero correcto, evitarlos el sufrimiento y las penalidades que los Demonios quieren para ellos.

Todos los Ángeles son personas virtuosas en mayor o menor medida incluso antes de trascender. Esa virtud es la que les despierta, la que amerita que sean "elegidos" y es el ideal de bondad que encarnan con sus Auras.

Cuando su momento ha llegado un Ángel de rango superior se les aparecerá y les mostrará el nuevo camino que se ha dictado para ellos. "El sendero recto", "el camino virtuoso".

A efectos de juego cualquier mortal que alcance la puntuación moral de 100 en Luz tiene la posibilidad (no la obligación) de trascender y convertirse en "Ángel". Si accede, su contador volverá a 0.

Puede que los Ángeles sean Daemon que albergan en sus corazones la pureza en bruto del Bien. Pero aún así, tienen necesidades. Son vulnerables, y su yo humano no los abandona nunca por entero. Esa humanidad es la que les permite sentir compasión, estar agradecidos, disfrutar de las pequeñas cosas. Hay que ser muy fuerte para vencer la tentación día a día. Para ayudar a otros a rechazarla. Para ser un Pastor del Señor.

Los Ángeles se rigen por multitud de normas y consejos usando "La Palabra" como guía. La Biblia, y sobre todo el Nuevo Testamento son un cimento en sus creencias, y un pilar ante sus dudas. Pero ante todo, un Elohim (Ángel) tiene prohibido tener relaciones afectivas de cualquier tipo con un Demonio. Muchos hermanos han "perdido sus alas" por intentar salvar a uno de los Caídos. Ha sido suficiente. Los Ángeles han aprendido la lección. (O al menos, los más sabios).