Había intentando ser normal, ciertamente lo había intentado...
Había concertado una entrevista de trabajo, un puesto de administrativa en un bufete de abogados. Algo fácil y que no requería que pensara demasiado, solo era organizar papeles y clasificarlos según un orden ya preestablecido, era un Demonio pero para nada era estúpida, en ocasiones... vaga y ¿Porqué hacer algo cuando otros lo pueden y hacer por ti?
Rebuscando entre todos sus cajones había encontrado algo que fuera visible para una entrevista. Unos vaqueros sin gastar, pitillos y bastante ajustados. Una blusa blanca de botones abrochados hasta el cuello "Pareces una monja Maddy" se había dicho entre carcajadas frente al espejo. Unas botas de tacón de aguja, no demasiado altas pero si lo suficiente para salir de la altura media de mujeres. Ojos pintados de negro, profundos y labios rosados, suave y contorneado perfectamente. El pelo lo llevaba suelto, peinado ligeramente para evitar las rebeldes ondas que solía marcar si no le dedicaba al menos media hora de cepillo.
Había entrado en el despacho del "jefe" y se había sentado como una señorita delante de él. Había hablado como si fuese la chica más educada del mundo, las más mojigata y la más inocente... pero ¡¡HOLA!!¡¡TENGO CARA!!.
En el fondo no es culpa mía, ellos son tan fáciles... cuando ya ciertamente asumes que esa entrevista es un completo autoengaño y que estás ahí para salir de la rutina de off-strip te desabrochas un par de botones y ¡¡Voilá!! le cambia la cara. Cuarentones desesperados que sus mujeres no satisfacen como quieren, que ven una joven que aparenta ser la reina del baile y su libido se dispara como si de una locomotora a carbón se tratara. También con el paso del tiempo ante "Ahora no tenemos un perfil adecuado a ti" la mejor respuesta es un "Seguro que podemos llegar a un acuerdo" con una mirada fija y los labios ligeramente entreabiertos. Además, si tienes la posibilidad de ofrecer una panorámica completa de los secretos de tu blusa la guerra está ganada.
Salí de ese antro con paso seguro, sabiendo que seguramente ese hombre buscara satisfacer su instinto con mi recuerdo, pero aburrida y cansada. Había oído que cerca de donde estaba había un parque, uno de los pocos espacios verdes que quedaban entre el esqueleto de metal que componía toda la ciudad.
Pedí un perrito caliente y una coca cola en un puesto de la calle y seguí mi camino, era una mierda ser un demonio y tener que seguir comiendo y haciéndolo todo como un humano normal. Que mal había hecho la tele para todos aquellos niños que aspiraban a dar sus huesos en el mismísimo infierno.
Ciertamente, cuando llegó vio que no habían escatimado en detalles. Era un parque grande, se extendía hasta donde empezaban de nuevo los edificios. Tenía un paseo que se bifurcaba en otros más pequeños y que recorría todo el terreno y un estanque en el medio del que brotaba un chorro que ascendía unos metros por encima de sus cabezas. Por lo demás todo eran zonas verdes y árboles bajos, no demasiado juntos.
Tomó asiento en un lugar apartado, sabía que si estaba cerca de más almas humanas acabaría haciendo lo que mejor se le daba: Llevarles a su terreno. Y por hoy quizás había acabado.
El banco era de piedra, estaba algo frio y duro, rugoso y bastante incomodo pero agradeció dar descanso a sus pies que no estaban acostumbrados a tanto caminar de aquí para allá.
Retiró los zapatos y dejó que su piel se enfriara entre la arena que había en el camino, dándole un ligero masaje relajante. Desabrochó algún botón más mostrando sutilmente un sujetador negro, de encaje por los bordes y el típico lazo en el centro. Apoyó la espalda y sacó su merienda que comenzó a comer tranquilamente mientras miraba al frente, distraída, percatándose de que había tenido suerte, pues el resto de los bancos estaban ya ocupados.