No sabía si algún día podría llegarme a acostumbraría a una ciudad tan diferente a El Cairo, como lo eran Las Vegas. Pero ya no era momento de acomplejarse, había venido a este país y en especial a esta ciudad por negocios, ampliara la fortuna familiar y empezar a realizar la mía propia.
Habían pasado por lo menos tres semanas o más desde que me instale en la ciudad, realmente no llevaba las cuentas. En ese lapso de tiempo me había dedicado a conocer la ciudad, vigilar como iba la construcción de nuevo hotel aquí en las vegas y viajar a un par de ciudades del país para chequear el resto de hoteles (Lo último por petición de papá). Pero no solo por el negocio familiar me encontraba en Estados Unidos, era hora de empezar a realizar mis propios negocios y eso mismo era lo que estaba a punto de hacer en la última planta del edificio Fox en Downtown.

Antes de llegar al país me había encargado de investigar cómo estaba el negocio de la bolsa, que negocios eran los más rentables. De aquellas investigaciones, una había llamado mi atención, al parecer un nuevo banco seria creado en Las Vegas y se necesitaba de algunos inversionistas para llevar esto a cabo. La economía en Las Vegas era impresionante, turistas, casinos y hoteles daban fortunas y un banco en medio de toda esta economía era perfecto, un buen comienzo para mí.

Tan pronto como llegue y me instale, pedí a mi asistente agenda una cita con el señor Mike  Fox, quien tenía entendido que era el encargado de llevar el negocio a cabo. Encontrar un asistente en una ciudad nueva no era algo sencillo, sin embargo, yo me había traído desde Egipto a mi propia asistente, simplemente era la única que estaba acostumbrada a mi nivel y confiaba en ella. La cita había sido programada, martes a las diez de la mañana.

Los días de verano eran un infierno, por lo que mi ropa era ligera, pero sin dejar al lado el toque elegante y ejecutivo. Tome mi auto y me dirigí al lugar de la cita. Tan pronto como llegue al edificio, fui atendida por la secretaria que me dirigió a una oficina –Puede tomar asiento señorita Odair, el señor Fox pronto estará con usted –Hablo la secretaria en cuanto ingrese. Sonreí con amabilidad –Muchas gracias –Dije, dirigiéndome al escritorio y acomodándome en la silla, para esperar al señor Fox.

Escuche claramente en cuanto la secretaria de señor Fox aviso mi llegada por el interfono, pero no fui atendida al instante, evidentemente se encontraba ocupado en aquel momento (O al menos era lo que quería aparentar). Algo de molestia me causaba que no se me prestara la atención necesaria, sin embargo, el hecho de que fuera un hombre ocupado, me decía que no estaba tomando un mal camino respecto al nuevo proyecto.

Algunos minutos después el interfono sonó dando el aviso de que ya podía ingresar a la oficina –Por aquí, señorita –Me dirigió la secretaria, al tiempo que me abría la puerta, un gesto en mi cara de agradecimiento y dar unos pasos más para entrar a la oficina. Joven, un poco más alto que yo, con un traje clásico, que mostraba elegancia y firmeza; y algo que no se me podía escapar, una sonrisa perfecta. Fue lo primero que se me vino a la cabeza al mirarlo. Mi ropa no estaba completamente a su nivel, yo estaba vistiendo algo un poco más casual y práctico para los días de verano, ambos aun éramos jóvenes y no había necesidad de ser tan rígidos (Aunque lo era cuando se era necesario).El señor Fox me sobrepasaba en edad tan solo por tres años y era el hijo menor del director del banco más importante de Estados Unido, había realizado bien mi investigación; simplemente necesitaba saber bien donde me estaba metiendo (Y obtener esa información era algo sencillo).

-Encantada señor Fox –Respondí a la formalidad, estrechando mi mano con la suya, con aquella delicadeza que siempre me caracterizaba. De ojos azul claro, cabello negro, un buen físico, elegancia, clase, buenos modales y rico ‘Todo un buen partido…’ Diría Sarah si estuviera junto a mí en este momento. Pero yo no venía en busca de un novio o de un pasatiempo, estaba aquí por el proyecto de un banco y era un negocio que pensaba llevar a cabo –Un té helado estaría bien –Conteste a su pregunta con una sonrisa en mi rostro, el café no era mucho de mi gusto y solo lo bebía, cuando necesitaba un empujoncito de más en el día, mientras que el té, me gustaba bastante.

Le seguí por su oficina hasta llegar a su escritorio y acomodarme, en la silla que estaba predestinada para mí –Si descontamos los días, en los que eh tenido que visitar otras partes del país… -Hice una pequeña pausa, para organizar un poco el calendario en mi cabeza y regresar a la noción del tiempo -…llevo un poco menos de dos semanas instalada en la ciudad –Termine de responder –Realmente aun no conozco mucho de Las Vegas –Comente con una sonrisa en mis labios. Un poco de informalidad no venía mal, después de todo ninguno de los dos tenia mas de los treinta años.

Un té helado era algo en lo que no había pensado y que ciertamente, era buena hora para tomar. Dejó el minibar que tenía en el despacho y caminó hasta la mesa principal pulsando de nuevo el interfono.

- Laura por favor, trae un té helado para la señorita Odair - comentó a través de él, no hubo respuesta así que se dio por hecho que la secretaria había recibido la petición y que la llevaría a cabo.

Al ver que había contestado a su pregunta de un modo informal y cercano, se sintió cómodo y rodeo de nuevo la mesa para apoyarse en el filo de la misma, cercano a ella, cruzando las piernas por delante y desabrochándose el botón de la americana dejando que la misma se abriera mostrando la camisa.

- Perdone los formalismos y la ropa - haciendo referencia a lo que traía puesto - En este negocio, la apariencia lo es todo y si no es que no ha trabajado con empresarios chinos - continuó a modo de broma, intentando por todos los medios que aquello se convirtiera en algo más informal, más joven.

- Es una ciudad atrayente, llena de cosas por descubrir y en la que al parecer es difícil cansarse. O al menos eso espero pues creo que nos resta mucho tiempo entre sus calles - Dos golpes secos en la puerta y Laura la abre, caminando segura hasta la mesa y dejando el té sobre la misma, para después dedicar a la señorita Odair una sonrisa - Espero que esté a su gusto señorita Odair, si necesita más azúcar o edulcorante pídalo por favor.

- Gracias Laura, puedes retirarte - le dijo Mike mientras la joven volvía a erguirse y caminar hacia fuera del despacho. Ella resultaba algo más joven que los dos, rubia de pelo rizado y con gafas de pasta, blusa y falda de tubo hasta las rodillas, puede que fuera becaria o algo parecido.

- Espero que perdone que me haya dirigido a usted de un modo quizás tan informal y privado, formulándola preguntas de cosas que tienen que ver más con su vida que lo que nos ha traído hasta aquí hoy, pero siempre he querido ser "amigo" de la gente con la que hablaba de negocios, hace que las cosas parezcan más... normales, la calidad humana es algo que se ha perdido con el paso del tiempo y el señor dinero hay veces que no puede satisfacer todo aquello que uno necesita - se había extendido a hablar casi sin pensarlo, intento seguir con lo que realmente quería preguntar - Lo que la quiero decir es que si tiene otras cosas que hacer me centraré en lo que nos trae hasta este despacho y me dejaré de tonterías y preguntas que no vienen a cuento.